viernes, 31 de diciembre de 2010

“La paz, un regalo para el alma”, por Norma Rosa Torello*



“La paz, un regalo para el alma”, por Norma Rosa Torello*

La paz es un estado del alma, sereno, tranquilo, inmutable ante cualquier movimiento adverso.
Es el sosiego y la plenitud que el ser interno experimenta, porque tiene un pilar sobre el que se asienta este sentimiento, la tranquilidad de la consciencia.



Si estas bases están sólidamente construidas y alimentadas con el aprendizaje de cada experiencia vivida, la paz se va instalando en nuestro espíritu como una presencia protectora y permanente.
Pasan los días y las noches, la vida nos encuentra en las situaciones más disímiles y sin embargo cuando el ser se ha ido integrando en todos sus aspectos ya sean estos físicos, emocionales, mentales y cuando estos funcionan e interactúan armónicamente entre sí como una unidad, cuando el ser se da cuenta el por qué y para qué está en este mundo físico, después de mucho transitar, quizás después de mucho dolor, cuando ha recorrido un camino y ha aprendido a evaluar, a apreciar, la valía que tiene la vida, se encuentra consigo mismo y comienza a reconocer este estado, donde las circunstancias que aparentemente podrían quebrarlo, no lo hacen.
¿Cuál es el motivo? ¿En qué se sustenta esta actitud? En la paz, que se ha asentado en su alma, en la capacidad de obrar siempre en la esfera que el bien propone. Uds. se preguntarán, pero esto es imposible, en la vida hay dolor, hay desilusión, hay injusticias que nos irritan, que nos sacan de nuestro centro, que nos duelen al punto tal de bloquearnos en nuestra capacidad de dar amor... que nos van endureciendo...
¿Pero qué pasa si nos elevamos por encima de esas circunstancias penosas, sin ver la situación como la sentimos, sino tal cual son en la realidad de los hechos y no de nuestro mundo mental y emocional? Aquí es menester utilizar esa facultad consciente y espiritual que se llama discernimiento, ir separando, desglosando, analizando los aspectos de la situación que nos aflige, las personas que se encuentran en ella, sus historias de vida, la nuestra...



La paz en un corazón humano, es un bien supremo, un regalo de Dios, porque Él nos ha otorgado el don de la comprensión que es regalo supremo para la mente.
¡Qué libertad tan grande siente un ser humano que haya conquistado esa paz, tan anhelada. . .
Tan deseada, que no se compra ni se vende en ningún mercado! Un ser con paz en lo más profundo de su alma, irradia luz, ilumina el sitio donde pisa... Su Dios es un Dios liberador. No siente culpas, ni castigos del mundo celeste. Siente liberación...

¡Qué fuerza inmensa, potente, generadora y constructora es la paz!. ¿Qué de bueno puede ser construido sin ella?...
Cuando hay paz, no hay miedo, ni angustia ni desazón...

Porque hay confianza, hay fe, en que todo se desarrollará según el plan de Dios... Y es solo Él quién guiará nuestras almas dormidas, al despertar de este estado de plenitud y de comunión genuina con la vida toda.
En el mundo de las dualidades la paz es el opuesto en grados a la violencia...
La violencia es el recurso del impotente.
En contraposición a lo que se cree la paz no es sinónimo de debilidad sino la fuerza de las fuerzas. . . Es batallar por una vida digna, conciliando, consensuando, aceptando, perdonando, es estrategia e inteligencia puesta al servicio de la vida toda.
El nuevo milenio exige humanización, inclusión social, e integración como nuevos paradigmas, porque mientras el milagro de la vida late en nuestros corazones hay esperanza y en esa esperanza anida un destello de luz, el anhelo de una existencia mejor, donde el hombre aprenda a convivir con el hombre con respeto, dignidad y consciencia de saberse un ser de relación que no puede coexistir sin sus semejantes.



* Escritora y periodista.