viernes, 8 de septiembre de 2017

CRÓNICAS DE VIAJE DE XAVIER MARMIER A LA BOCA DEL RIACHUELO

“Lettres Sur l´Amérique”
En su obra Letras a América, el escritor francés plasma sus impresiones sobre Buenos Aires y la zona ribereña. Un telón se descubrirá a la luz del lector, el enigma que le generaba la figura de Juan Manuel de Rosas. . .  
                                              Por Norma Rosa Torello*



XAVIER MARMIER, Uno de los viajeros más  prolíficos del mundo de las letras, dejó plasmada su visión de la Boca y del Buenos Aires al promediar el siglo XIX.
El reconocido autor y filólogo francés, nacido en Pontarlier en 1808, fue un hombre apasionado por los viajes. Con ellos, este profesor de literatura extranjera,  combinaba sus dos vocaciones, la de viajero incansable y la de escritor.
Miembro de la Academia francesa de letras, de cada uno de sus travesías, surgía una producción literaria.  Después de viajar a Suiza, Bélgica y a los Países Bajos, lo unieron en 1835 a la expedición ártica del Recherche; visitó Rusia (1842), Siria (1845), Argelia (1846), de 1848 a 1849 Norteamérica y Suramérica.
A fines de 1848, se embarcó en una nueva aventura por el Atlántico. De Canadá y Estados Unidos, fue a Cuba, donde pasó una temporada en La Habana. Y de allí va en viaje directo a Buenos Aires en un velero belga que tardó más de dos meses en llegar al Río de la Plata. Pésima comida: carne salada, pocas y ruines legumbres. Pero el capitán tiene, en cambio, un armario lleno de libros: historia, narraciones, viajes, novelas...  Ese alimento intelectual aminoró la paupérrima gastronomía de su estadía en la embarcación que lo traía al destino decidido.
Desconcierta a los curiosos, este viaje directo desde La Habana a Buenos Aires, dejando de lado regiones y ciudades de mayor interés artístico y arqueológico, no deja de sorprender. El mismo viajero se adelanta para responder a la posible interrogación. –“¿Cómo -diréis-, tan cerca de México, del Perú, os alejáis tanto de estos magníficos países  para iros a Buenos Aires? Paciencia, paciencia, me figuro que Buenos Aires, en su género, es ciudad por todo extremo curiosa”...
ROSAS, SU GRAN INTERROGANTE
Corría el año 1850 y Rosas, había logrado triunfos diplomáticos frente a dos de los países más poderosos de Europa. Inglaterra y Francia.  Sus logros trascendieron nuestras fronteras y se comentaban en América y también en el Viejo Mundo.
 “Lettres Sur l´Amérique”, (Letras en América),  es la obra en la cual plasma,  además de su obsesión por Rosas,  que describe desde su visión personalísima, al Buenos Aires de aquel entonces, y dedica un capítulo exclusivo a La Boca del Riachuelo.
LA BOCA, SEGÚN XAVIER MARMIER
Textualmente estos son los títulos dedicados a La Boca, extraídos por quien suscribe estas líneas de su libro Lettres Sur l´Amerique, segundo tomo:
“Movimiento en el camino de la Boca. El puente. Géneros de comercio. El pueblito de Barracas. Los saladeros. Los vascos. Sus costumbres regionales. Su situación en el Río de la Plata. Alrededores de Buenos Aires. Productos agrícolas. El ombú. La muchacha enferma”.
Suma a estas narraciones una curiosidad para el viajero que existía por esos tiempos en la zona ribereña llamada “El Puente de Rosas”.
ACERCA DEL PUERTO DEL RIACHUELO
Dice Marmier en su libro: “La rada lejana, donde se detienen los navíos de mayor tonelaje, no es el único puerto de Buenos Aires. Hay otro muy cerca de la ciudad, a media legua, más o menos, hacia el sur.
La segunda  rada, (bahía o ensenada que puede servir de puerto natural), o el segundo puerto al que se refiere Marmier, es el Puerto del Riachuelo, en La Boca.
Las embarcaciones más pequeñas, cargan allí los diversos productos de los saladeros para transportarlos a los navíos de la rada; en el mismo puerto abordan los barcos de cabotaje que hacen por los ríos interiores el mismo servicio que las carretas hacen por tierra.”
Desde el punto de vista puramente pintoresco, el pequeño puerto de la Boca es digno de conocerse. Lo he visitado varias veces, y de todas mis excursiones por las afueras de la ciudad, es la que me ha dejado recuerdos más gratos. Un ancho camino sirve para unir a Buenos Aires con el puerto de la Boca. Desde muy temprano en la mañana, transitan por este camino los corredores marítimos, los dependientes de comercio (todos a caballo), las carretas, y los lecheros que van sentados con las piernas cruzadas sobre sus tarros.
Los lecheros andan siempre a galope tendido para llevar a la ciudad su mercancía. Es un nuevo método de espesar la leche y de ofrecerla a las buenas mujeres de la ciudad en forma de una horripilante crema”.
EL PUENTE DE ROSAS
“A ambos lados del camino, se extienden llanuras pantanosas e incultas donde pacen los ganados en libre abandono: la naturaleza salvaje asociada con la vida social, es un contraste que aún podemos hallar a cada paso. En medio del camino encontramos un letrero con esta inscripción: Puente de Rosas. Busqué por todos lados   la construcción así señalada. Se trata de una capa de ladrillos que cubre una zanja. Esta zanja no tiene más de un pie y medio de ancho. Habrá que inclinarse ante este puente como los suizos del tiempo de Guillermo Tell ante el sombrero de Gessler. Rosas conoce las grandes tradiciones y algún porteño docto debe de haberle enseñado que los generales romanos, antiguamente, daban su nombre a los trabajos que ejecutaban en las riberas del Rhin o del Danubio”, expresa irónico el académico francés.
Acoto a lo señalado la ubicación del llamado Puente de Rosas. Esta construcción precaria,  se encontraba en la calle Alegría, hoy Wenceslao Villafañe, al término del denominado “camino de La Boca” que se iniciaba a la altura del actual Parque Lezama.
LA ZONA DE LOS NEGROS
No es casual que en las proximidades del Puente de Rosas, habitaran los negros. En época del Gobierno del caudillo bonaerense la población negra alcanzaba un 30%.
En su obra Marmier señala: “El carácter de la atroz dictadura de Rosas, puede resumirse en dos palabras: ferocidad e imbecilidad. Y esto último no por cierto en lo que concierne al aumento de su poderío y dominación, sino en lo que respecta a los intereses y a la prosperidad del país”.
Según el historiador Felipe Pigna “La adhesión de la población afroargentina a Rosas y su gobierno –objeto habitual de desprecio racista en la prensa de sus opositores, que lo pintaban como una pintoresca muestra de su “barbarie”– se basaba, en buena medida, en el reconocimiento que estas más de cincuenta “naciones” hallaban de parte del Restaurador y su familia. Como señala Miriam Victoria Gomes: “Durante la época de Rosas  de alguna manera reverdecieron las sociedades africanas  llegó a haber más de cincuenta [naciones] sólo en Buenos Aires y su participación activa en la vida pública se hizo más visible. Rosas, su mujer y su hija asistían asiduamente a las ‘casas de tambor’ o ‘del tango’ (nos referimos a este tema en la edición de Periódico Conexión 2000- Enero 2017),  como se denominaba antiguamente a las naciones negras. Además, hacía participar a los negros en los actos públicos. Rosas también les abrió lugares antes vedados como la Plaza de la Victoria para festejar fechas patrias”.
Entre la población bonaerense el apoyo a los federales era más marcado aún en los descendientes de africanos, y en especial entre las mujeres. Un dato significativo es que en la comunidad “negra” de Buenos Aires cobró un gran desarrollo la formación de sociedades que cumplían funciones de ayuda mutua entre sus miembros. En algunos casos se trataba de una herencia de las cofradías religiosas que venían de tiempos coloniales, creadas para rendir culto a San Baltasar y San Benito de Palermo (los “santos negros”), a San Francisco Solano y a la Virgen del Rosario, que eran las principales advocaciones de las comunidades afroamericanas.
LA CALLE NECOCHEA Y EL CULTO DE LOS AFROAMERICANOS
La calle Necochea, se constituye en la arteria más antigua de La Boca.
Allí en esa vía, los negros levantaron una Capillita para venerar a la Virgen del Rosario. Cada año realizaban una procesión, con cánticos en portugués y a ella consagraban su fe y sus plegarias.
 Muchos de los gauchos que desarrollaron tareas en el campo en esa época eran afroargentinos.
UN PUEBLO APARTE
Volviendo a la zona boquense, el académico francés, la describe como un pueblo aparte, que se basta a sí mismo y que se encuentra distante de la capital, por las dificultades que genera el tránsito hasta el lugar.
Hacia el sur se encuentran las pulperías. “Permanecen abiertas desde el alba para los cocheros y changadores y obreros”.
Respecto de  La Boca de 1850 describe: “Es un lugar activo, con mucho movimiento y una sorprendente variedad de panoramas. Un muelle de madera al borde del río lleno de mercaderes atareados  y mozos de cordel que desembarcan cargamentos de procedencia diversa”.
Sin embargo, cabe señalar que las viviendas construidas a orillas del Riachuelo, montadas sobre pilotes,  en modo alguno son producto del azar, sino fruto de la necesidad.   Tenían que estar en lo alto, se subían a ellas por medio de escaleras, previendo los vientos incansables, el desborde del agua y las sudestadas. Así las cosas,  los imponderables  del clima,  fueron haciendo la historia de las viviendas boquenses,  una naturaleza conocida en base a la experiencia empírica de sus moradores.
Enfrente, del otro lado de la ciudad, (La Boca) se encuentra la soledad abierta,  profunda. Apenas unas casuchas de caña de bambú traídas del Paraguay.
MANUELITA ROSAS EN LA BOCA
Por estos suburbios agrestes, alejados del centro, silvestres en muchos de sus caminos, llegó dos veces la hija del Restaurador. Dueña de una frescura innata en el manejo de la diplomacia es aquí donde  recibe Manuelita a los  visitantes extranjeros.
 Transcurría el año 1849, un 14 de abril, en varios carruajes llega a La Boca, la hija del Restaurador. En su primer viaje agasaja al ministro plenipotenciario de S. M. Británica Mr. Henry Southern.
Diez días más tarde realiza otra excursión donde va con ella el contralmirante francés, también plenipotenciario, Fortunato José Leprédour, jefe de las fuerzas navales bloqueadoras de Montevideo.
Un cronista del “British Packet” no ahorra detalles de estas visitas como lo hicieron los periodistas de “La Gaceta Mercantil”. Cuenta que luego de recorrer el muelle y observar su progreso, se embarcaron en botes. Uno de ellos, fue ocupado por la banda de música del 4º batallón de Patricios. Cantores y violinistas, viajaban en otra lancha.
La comitiva llega a la Isla Demarchi. Rodeados de sauces, según el articulista, el paisaje era maravilloso. En las mesas, servidas con abundancia, no faltó el asado con cuero tradicional regado con los mejores vinos. Después del baile, el regreso.  Cada bote llevaba una gran lámpara en un asta-bandera en la proa y otra en la popa, acompañados por la música y cantos.
Sin lugar a dudas Manuelita realizó una gran tarea protocolar, de allí surgieron entendimientos internacionales.
Un gobierno como el de Rosas, resiliente de los bloqueos, ataques y conspiración interiores y exteriores tuvo en la diplomacia un punto inentendible para Marmier, cuestión que lo desvelaba.


ITALIANOS Y VASCOS BEARNESES
En sus crónicas de viaje, el francés aporta información valiosa: “Los vascos por aquellos tiempos y los italianos en su mayoría genoveses, pueblan la zona ribereña. Los genoveses se afincan a lo largo del Bajo, calle Balcarce en la actualidad hasta la Vuelta de Rocha, en tanto que los vascos se sitúan en las proximidades de Barracas”.
EL SALADERO DE CAMBACERES
El francés tuvo una mención especial en su libro para este saladero donde trabajaban más de trescientos peones en el cual expone: “Algunos se dedicaban a matar al ganado vacuno. Y según su observación nada del animal se desperdiciaba”. Se muestra disconforme con los procedimientos hacia los animales y acerca de las ganancias que obtenían los propietarios de saladeros. Considera que el proceso es económico, y   que por eso pueden los hacendados pagar altos jornales a sus obreros. “Hay algunos de éstos que, con un trabajo de seis a siete horas, ganan veinticinco y treinta francos”.  Es verdad que se trata de un horrible trabajo, que el cuerpo debe mantenerse inclinado de continuo sobre un cadáver y las manos hundidas en la carne todavía palpitante, chapaleando los pies en pantanos sanguinolentos, pero el hábito hace insensibles a todos los que se dedican a esta tarea, cuyos pormenores repugnan cuando se observan por primera vez. Por la noche, ese mismo hombre que ha degollado y descuartizado cientos de novillos, se lavará para dirigirse a su casa y cenar en familia; se paseará como un buen burgués o hará saltar a sus criaturas sobre las rodillas, pensando en que ha ganado para ellos algunos buenos patacones”.

CONCLUSIONES FINALES
Gracias al gran historiador Antonio Bucich, he conocido a Marmier, por tanto fui a las fuentes, a su libro “Lettres Sur l´Amérique”, (Letras en América), leyendo el libro original en francés y traducido al español en los capítulos que en el tomo 2 de la obra, relata sus vivencias en Buenos Aires y La Boca, donde describe según su visión la realidad política y social del momento de su estadía en estas tierras.
APRECIACIONES DE LA AUTORA
El autor francés no puede ocultar su actitud displicente y altanera, hacia lo que ve en estas tierras,  ni le importa hacerlo.
Se descubre como un telón que se abre a luz del lector, que el  eje central de su obra, no es la Boca, ni Buenos Aires.
Su interés se focalizaba en la figura de Rosas. ¿Quién y cómo era este hombre?, se preguntaría el francés.
 El más rico de los hacendados de la Argentina.  Amigo de los excluidos. Rosas protegía en sus estancias a todo gaucho perseguido. Pero esta protección imponía a los hombres obligaciones de trabajo. El gaucho tenía que dedicarse a la ocupación del campo y vivir del fruto de sus labores. La ociosidad, la embriaguez y el robo eran castigados con severidad y además con el retiro de la protección, que equivalía a devolverlos al ejército o a las cárceles. Sobre ellos Rosas dijo:  "Me propuse adquirir esa influencia a toda costa; para ello fue preciso hacerme gaucho como ellos, protegerlos, hacerme su apoderado, cuidar de sus intereses, en fin no ahorrar trabajo ni medios para adquirir más su confianza."
Para él este hombre, tan amado y tan odiado, constituía  un universo indescifrable.
El Viejo Mundo tenía ya una historia, nosotros en el Nuevo Mundo, la íbamos creando. Con errores y aciertos. Pero con la convicción de ser libres de toda dominación extranjera.
Es en este punto vital donde la trama que teje el  tiempo, genera  la relación de empatía y reciprocidad de San Martín y Rosas que por afinidad de ideas y acciones, fluía naturalmente. El libertador fue partidario de los federales. Y consideró que por esos años, no había otra forma de gobernar que como lo hacía Rosas.
Como con  una daga clavada en el pecho, malherida la historia oficial no digiere el legado del Libertador al Restaurador de las leyes. La cláusula tercera del testamento del general Don José de San Martín: “El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sur le será entregado al general de la República Argentina don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla”.
Rosas le agradece a San Martín su apoyo, que le sirve, gracias al prestigio de éste en Europa, para contrarrestar la acción de no pocos compatriotas que recorren las cancillerías extranjeras buscando aliados para derrocarlo y lo protege en sus últimos tiempos de vida.
SAN MARTÍN
En cuanto a nuestro máximo prócer, San Martín, libertador de tres países, Argentina, Chile y Perú, con solo 12 años pero intensos y heroicos para la vida de América, declara pormenores de su vida en su merecido retiro:
“Confinado en mi hacienda en Mendoza, y sin más relaciones que con algunos vecinos que venían a visitarme, nada de esto bastó para tranquilizar a la desconfiada administración de Buenos Aires: ella me cercó de espías, mi correspondencia era abierta con grosería, los papeles ministeriales hablaban de un plan para formar un gobierno militar bajo la dirección de un soldado afortunado, etc. etc. etc. En fin, yo vi claramente que era imposible vivir tranquilo en mi Patria hasta que la exaltación de las pasiones no se calmase, y esta incertidumbre fue la que me decidió pasar a Europa”. Donde muere a los 72 años en Boulogne Sur Mer, Francia.
LA BOCA
En cuanto a La Boca del Riachuelo, es parte fundamental en la historia de Buenos Aires, este lugar otrora agreste, lleno de pajonales, y lugares intransitables, tenía un puerto, un río, y estos atravesaron su historia y sus tradiciones. De inmigrantes, de negros, de tango, de política, porque su vida intelectual gracias a esta mixtura de nacionalidades de sus habitantes, la convirtió en un hito fundamental en la Ciudad de Buenos Aires. Sus vecinos actuales, conocen el atraso en que se subsumen sus calles  y, aunque muestran su orgullo por la historia que late en estas calles alegradas por los coloreados conventillos, que surgieron con la primera oleada de inmigración italiana, ansían el desarrollo del barrio.
XAVIER MARMIER
Xavier Marmier, viajero incansable,  académico de renombre internacional por aquellos días,  si bien aportó datos que describían el paisaje y las costumbres sociales de aquel entonces,  un dejo de desprecio se deja entrever muy regularmente en los dos tomos de su libro Letras a América, y en su libro Montevideo y Buenos Aires cuya fecha de edición data del año 1850.
Muere en París, Francia un  12 de Octubre de 1892.
LA INTEPRETACIÓN DE LA HISTORIA
A mi entender el gran error de Xavier Marmier y de tantísimos otros al intentar interpretar los sucesos acaecidos en el pasado,  es sacar de contexto los hechos  históricos donde la gravitación ambiental era otra, y transpolarla a este tiempo, como si estuviesen sucediendo hoy.  Entonces, el juicio se desvirtúa por completo.
Marmier, adjetivaba, sobre los negros, sobre los gauchos, sobre las ganancias de las haciendas y el exceso de pago a los peones. Y seguía.
 Según su cabeza del Viejo Mundo, el salvajismo reinaba por estos lugares del sur, vírgenes en muchos aspectos.  Lo nuestro era ponderado por su riqueza natural infinita, donde todo estaba por hacerse, pero en su deseo prístino, no por nosotros, sino por  ellos, europeos que según se deduce de sus palabras, sobrecalifica en méritos, denostando a este continente que estaba en la aurora del amanecer, despertando,  en los tiempos de la historia de un mundo disociado, contradictorio, fragmentado.  Un sino hasta hoy de la naturaleza humana y que acompaña al hombre desde la noche de los tiempos.
*Norma Rosa Torello
Directora Periódico Conexión 2000
Conductora Y Productora Conexión en el aire FM 90.7 Flores